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Deporte, Estado social

La medalla «nuestra» de Rubén Limardo: la apropiación de su éxito

14 agosto, 2012 by Álvaro Rafael 1 comentario

Cuando en un país con escaso peso internacional en las artes, en las ciencias, en la cultura, en la política, en la industria o en el deporte como Venezuela (salvo contadas excepciones, que son eso) alguien logra un reconocimiento fuera de sus fronteras, no es de extrañar que algunos connacionales conviertan las espontáneas y muy válidas muestras de orgullo y celebración por ese triunfo en un éxito «propio», y pasen a «reclamarlo» y a defenderlo con severidad ante cualquier tipo de cuestionamiento de quienes creemos que ese logro es mérito de quien lo consigue y no de quien lo ve a la distancia. Así, estas personas proyectan sobre ese éxito ajeno el deseo de gloria propio, lo sobredimensionan y lo viven con una creencia de notoriedad internacional y chovinismo, cuando tan solo tienen una cosa que los vincula al «exitoso»: la misma nacionalidad. Es como el padre que celebra los triunfos que nunca tuvo él mismo con el hijo deportista, o la madre que no terminó la carrera orgullosa de su hija que se graduó en la universidad.

Pasa muchas veces que esta costumbre de apropiarse del éxito del «legionario», del que «pone en alto la bandera nacional fuera del país», influye en el «exitoso» de tal manera que es mal visto si su triunfo no se lo dedica a su país. ¿Cuántas veces hemos visto a un venezolano que al conseguir un premio internacional se lo dedica, antes que a sí mismo, a su patria? Muchas. Me gustaría ver algún venezolano que se atribuyera únicamente a sí mismo el éxito que ha cosechado aquí o en cualquier parte.

En cambio, no es usual ver a un actor inglés o alemán que gana el Oscar dándole las gracias a su país ni a la Reina o Canciller (no hablo de los franceses o chinos, porque ellos son ultranacionalistas). Tampoco lo es ver a un grupo musical estadounidense o irlandés dedicarle hasta el llanto el premio a sus anónimos vecinos de barrio cuando gana un premio en otro país. Eso no los hace menos inglés, alemán, estadounidense o irlandés. Simplemente, ellos se saben parte influyente del mundo, no tienen que llevar su Patria al mundo cual Quijote que asume las armas para darle prestigio a La Mancha. En otras palabras, no tienen esa urgencia de darle notoriedad a su país porque tienen asumido que ya la tiene. Mientras que los ciudadanos de países pequeños y con escasa repercusión exigen convertir todo triunfo de alguien de los «suyos» fuera de las fronteras en una gloria nacional y que aquél sea atribuido a la Patria, y, por extensión, a ellos, los ciudadanos de países influyentes, salvo hazañas memorables y de alcance global, no lo hacen.

Ejemplo: como siempre nos gusta compararnos con Estados Unidos, habría que preguntarse si este país recibió como héroes nacionales a las ganadoras de la medalla de bronce en esgrima, las hermanas Hurley. Salvo en su pueblo natal, lo dudo. ¿Por qué? Porque están acostumbrados a tales niveles de éxito que solo celebran las victorias de Michael Phelps (quien consiguió algo memorable y de alcance global), y con él tienen de sobra fervor nacionalista para presumir por un buen rato.

Todo lo anterior viene por el caso de Rubén Limardo y la reacción que ha generado su medalla de oro ganada en los recientemente finalizados juegos olímpicos de Londres. No había publicado antes un comentario sobre este asunto, principalmente por desinterés, pero también porque tocar estos temas en un país tan nacionalista como Venezuela hiere sensibilidades y mueve al insulto fácil, a las acusaciones de no querer al país y a los deseos de que nos «vayamos demasiado» por «apátridas». Pero a las muchas muestras desaforadas de verdaderos fanáticos que salen a celebrar «lo nuestro» y a «defender» la Patria herida ante la gente que cuestiona, se han sumado las declaraciones de Rubén Limardo desde el fin de semana para acá, erradas, contradictorias, oportunistas, egocéntricas, y la aparición en un programa de TV con una franela con el eslogan: «Quien no quiere a su Patria no quiere a su mamá», que me han resultado suficientemente desafortunadas como para dedicarle unas breves líneas a este tema de su medalla, de nuestras celebraciones, de lo que él representa.

Sonará antipático decirlo, pero la medalla de oro que ganó Rubén Limardo es de Rubén Limardo, aunque él se la quiera ofrendar a sus connacionales (recuerden que es de mal gusto no dedicarle los triunfos a la Patria). La obtuvo con su esfuerzo y sacrificio personales, y ninguno de los que celebró patrioteramente su triunfo por las redes sociales o en actos públicos (a excepción de entrenadores, amigos o parientes) contribuyó económicamente en la preparación que requiere un atleta para llegar en condiciones físicas, mentales, técnicas y financieras idóneas a unas Olimpiadas y luego ganar una medalla. Peor aun, ni siquiera el Comité Olímpico Venezolano lo ayudó ─aunque él ahora no quiera hablar al respecto.

Rubén Limardo despertó un fervor patriótico entendible en un país tan poco acostumbrado a los éxitos deportivos y que tan necesitado está de buenas noticias y de modelos de inspiración. Luego, muchas personas y políticos de todo el espectro comenzaron esa «apropiación» de su éxito y a explotarlo con fines particulares. El asunto se complica cuando Rubén Limardo parece ceder su triunfo personal a esas personas, y de la humildad de sus primeras declaraciones y de la simpatía que generó su paseo por el Metro de Londres con su medalla ha pasado a demostrar cierta prepotencia y arrogancia que él les da a otros deportistas, a creer que las críticas que despiertan sus ahora destempladas palabras no son contra él, sino contra todo el país, contra la Patria. Cuando Limardo dice que quien no quiere a la Patria no quiere a su mamá, pareciera que se está refiriendo a él mismo como la Patria, sabedor de que hay personas que lo critican a él, que «no lo quieren». Limardo tiene plena libertad para expresar sus opiniones, así como yo tengo las mías para decir que sus palabras no me gustan, ya no soy me siento representado por él y eso no me hace ser menos venezolano.

Será uno de los «nuestros», será un venezolano como yo, será sin lugar a dudas un buen deportista y seguramente un gran tipo lejos de la presión mediática y política, pero no por ello siento su medalla como mía, sino que se la reconozco sólo a él. Y luego de sus declaraciones, si se trata de representar el país en su totalidad, creo que Limardo no lo hace con sus palabras y actos.

Muy bien haríamos los venezolanos en empezar a valorar el esfuerzo, la constancia y el sacrificio personales, y en dejar de ceder nuestros éxitos a los demás. Ese día probablemente los venezolanos empezaremos a creernos que somos capaces de conseguir lo que nos propongamos y no a reclamar como propio, a lo mucho, el éxito de los demás.

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Anticuarios, Botella a la mar, Relatos

Insustancialmente personal

21 junio, 2008 by Álvaro Rafael No hay comentarios

Luxemburgo

Atardecer en Luxemburgo (2008),

Ana Victoria Morales.

·

Se preguntarán qué hace una artista venezolana en Luxemburgo; pues si lo hacen es porque estuvieron atrapados en una cápsula del tiempo por allá en 2002 y no llegaron a enterarse de que PDVSA (y el país en general) se convirtió en la primera exportadora de venezolanos (padres, madres e hijos venezolanos se mueven por los rincones más exóticos en busca de nuevos empleos). Sí, hay muchos venezolanos en Luxemburgo.

Me pongo últimamente bastante íntimo en este blog. Ya que me lo permito y ustedes son fieles y estimados lectores que siguen leyendo, unas cuantas cosas que contar, ya que estamos en intimidad: mañana cumplo años… veamos cuántos se acuerdan o mandan mensajes. Oh sí, el peso infinito del ser signo cáncer (¿cuál era mi signo en el calendario maya? No me acuerdo, sonaba a todo volumen la voz de Kuámasi aquella vez que mi lectora del tarot sacó mi signo y no se lo he vuelto a preguntar porque, después de aquella extraña noche, desapareció… ¿Será que ha tomado precauciones extremas de esconderse para esperar el fin del mundo según los mayas?).

Otra cosa: he descubierto la razón de por qué esta entrada se está llenando de comentarios en las últimas semanas: es porque si escriben la palabra CICPC en google.com.ve, ¡mi blog aparecerá en la primera página! Hagan clic aquí para que vean el ejemplo. En todo caso, esta entrada se está convirtiendo en una válvula de escape de quejas.

Post-otra cosa: si son buenos lectores de mi blog habrán descubierto que en la barra lateral (barra lateral —>) hay una ¡NUEVA SECCIÓN! Se llama Al borde, y allí colocaré las entradas que me den ladilla extender y/o las muy personales que me den más ladilla extender y/o las referentes a la administración de esta página o las minientradas que no valgan la pena extender. Ok, pero no era eso lo que les quería contar: sino que si son buenos lectores habrán notado que estoy haciendo trabajo comunitario (?) en la Fiscalía General de la República (pues sí, la misma por donde se mueve aka Giovanni Vásquez y los demás culebrones penales), lo cual me tiene en una de David Blaine contra el sueño.

Epílogo: como colofón de esta entrada insustancialmente personal, les comento que sigo leyendo La ignorancia de Milan Kundera, Frankenstein de Mary W. Shelley, releo mi biblia La insoportable levedad del ser también de Kundera, escribo este ejercicio literario y hago este dibujo que tiene importancia para mí. Por algún motivo ando escuchando música lenta estas noches, quizá trate de querer detener el tiempo; pero, ¿de qué vale hacerlo si todas las noches duermo solo como las otras noches? —sí, es un plagio burdo de I Know It’s Over de The Smiths, una de esas canciones que ando reproduciendo constantemente por acá; qué mal ejemplo soy: ¡pido que no escuchen la canción que yo escucho todos los días!—. Por cierto, quería que la Eurocopa la ganara los Países Bajos (ahora voy a España). En fin, nada más que contar en estos momentos, estoy cansado, buenas noches…

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Administración

Mademoiselle fille en train de poser

10 marzo, 2008 by Álvaro Rafael 2 comentarios

Ana Victoria

Belle fille en train de poser (2008),

Álvaro Rafael.

·

Primera versión, acá.

______________________

dibujo joven desnuda, caracas, muchacha desnuda

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Instagram feed

Entrada de Instagram 2152757401870630145_17836884 «Y cada vez que vuelvo
Un mismo final
Afuera el mundo sigue
Soy uno más buscando en el mar
Cae el sol».
•
#Lima #sodastereo #atardecer
Entrada de Instagram 2128707588078247984_17836884 Caribe (2009).
Entrada de Instagram 2084614024348433291_17836884 En realidad, el plan era hacer una escala de dos o tres días en Santiago y proseguir con el viaje hacia el destino final. Esto no ocurrió y quedé con un boleto hacia una ciudad que no figuraba en mi lista por conocer y de la que conocía muy poco (Costanera Center, Estadio Nacional, precordillera). «Es una ciudad nueva de todas formas, un país que no conozco, veamos qué tal», me dije como consuelo. Lo cierto es que Santiago me ha sorprendido. Me he conseguido una ciudad con amplios parques y miradores increíbles, bulevares que se entrecruzan y dieran la impresión de nunca acabar, con unas calles que en algunas partes evocan alguna vieja ciudad como Barcelona o Roma y en otras, más modernas, explican muy bien el apodo de Sanhattan. Hay una planificación urbana envidiable, con un metro que desluce otros subterráneos que alguna vez me deslumbraron. Mi visión ha sido breve, la del turista en un viaje improvisado, pero me satisface lo que vi.#Santiago #Chile
Entrada de Instagram 2083487850083877342_17836884 Pacífico al sur.
Entrada de Instagram 2082368493836514550_17836884 En los últimos cinco años he conocido Los Andes desde Mérida hasta Santiago. Y la ruta sigue.
Entrada de Instagram 2081018812577561749_17836884 Punto de fuga.

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